La silueta depende, básicamente, de la estructura ósea, del grado de desarrollo de la musculatura y del grosor y distribución de la grasa subcutánea.
En la mujer, el esqueleto óseo es más delgado, con una pelvis proporcionalmente más ancha y un tórax estrecho. El desarrollo muscular es menor y presenta unos acúmulos grasos propios de su sexo en la zona mamaria, la parte más inferior del abdomen, los glúteos, las caderas y la porción proximal de los muslos.
En el varón, en cambio, sus huesos son más robustos, con una pelvis más estrecha y un tórax proporcionalmente mayor. El desarrollo muscular alcanza proporciones más notables y, en general, tiene una complexión física más magra que la mujer.
Estos factores constitucionales están, sin embargo, modificados en gran medida por los hábitos de vida tales como la dieta y el deporte.
Los cánones de belleza en relación a la silueta están muy condicionados por factores socioculturales y han ido cambiando a lo largo de la historia.